Obligados por el confinamiento, la sociedad se ha visto empujada de forma inexorable a la digitalización, una nueva forma de relacionarse los consumidores, las empresas y los trabajadores, la cual, pese a ser coyuntural por la desescalada, todo apunta a que va a consolidarse más allá de la pandemia. Nos encontramos ante un nuevo paradigma, no solo social sino también económico, en el que el papel que venían desempeñando las empresas debe adecuarse a las demandas de un nuevo perfil de consumidor surgido en tiempos de coronavirus.
Algunas conclusiones que podemos extraer serían las siguientes:
- El hogar como nueva unidad de consumo: Los hogares, entre otros cambios, se han convertido en espacios de teletrabajo, y han empezado a demandar muchos más productos y servicios.
- El consumidor post pandemia se centrará más en el ahorro, e intensificará su apuesta por la compra de productos frescos y saludables, y de higiene.
- El ocio virtual, el envío de productos a domicilio, las compras online y el uso de plataformas para el teletrabajo van a hacer al consumidor más exigente y preocupado por la salud y el bienestar.
- Los pequeños comercios locales que han tenido que subirse a marchas forzadas a la digitalización y al ‘e-commerce’, lejos de desaparecer van a salir ganando por su cercanía al consumidor.
- Más coworking: En las oficinas ya no habrá puestos de trabajo fijos, sino que se compartirán con otros compañeros al distribuir la jornada entre presencial y remoto. Incluso ya se está apuntando a que en las futuras promociones de vivienda existan espacios para el teletrabajo en las zonas comunes.
- Más banca online: No solo consumidores, sino también autónomos y empresas, han aumentado de forma sustancial su interacción con el banco de forma virtual: adelanto de pago de facturas, gestión del TPV, operaciones de financiación para exportaciones… Incluso se está configurando un nuevo servicio a las personas mayores para que puedan operar sin salir de casa: el old-line.